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Un Gobierno de héroes

Por Emiliano Damonte Taborda

Pietro Rosica, mi jefe por muchos años en Italia, tenía una posición muy interesante de frente a los héroes. “A los héroes hay que encerrarlos”, solía decir. El sostenía que los héroes son “antagonistas del sistema”. Donde hay héroes, decía Pietro, el sistema no funciona bien, y hacía responsables a estos personajes de capa y espada, del mal funcionamiento de todo el mecanismo. “El héroe es el que te caga el sistema” decía literalmente. “El héroe es un ególatra que actúa para su propia satisfacción”, agregaba.

Alberto Fernández alcanzó niveles de imagen positiva sin precedente durante la pandemia
  • El flujo del tiempo no se detiene

Llegó el 15 de noviembre y la peor de las situaciones pensada por el Gobierno se verificó puntualmente. Perdieron aquellos objetivos que consideraban estratégicos para mantener el control de un Senado, que hasta el 10 de diciembre estará controlado por Cristina y sus caprichos. La reacción del Gobierno fue una sorpresa. ¿Pero es de verdad una sorpresa que hayan respondido festejando y proclamándose vencedores? Alberto invitó a la militancia a festejar esta victoria como corresponde el miércoles en Plaza de Mayo. La verdad es que lo único que podría sorprender del Frente de Todos, sería que no sorprendan.

  • La seducción del relato

Hace unos meses, en este increíble año electoral, había destacado que la única herramienta de gestión que parecía estar en condiciones de utilizar el Gobierno era “el relato”. Y si algo fue quedando cada vez más claro, es que la “creación literaria” parece ser la única herramienta, que el Gobierno Nacional está en condiciones de utilizar.

¿Por qué se enamoró el Presidente de esa pandemia a la que se aferraba desesperadamente y que no quería dejar partir?

No dudo de las buenas intenciones del confinamiento inicial. Había que entender que era lo que estaba pasando. Pero a medida que transcurrían los días, Alberto se fue enamorando de su propia imagen positiva y, satisfecho sintiéndose un héroe, terminó comprendiendo que lo que estaba pasando, era una extraordinaria fuente de relato. Uno épico, de esos que le gustan tanto a algunos viejos dirigentes, uno que hablaba de vida y de muerte, de salvadores y salvados y uno sobre todas las cosas, que permitía esconder la inmensa incapacidad de gestión de su Gobierno en todos los campos. No hacia mucho que Alberto había anunciado que a él no le gustaban los planes.

  • El relato es adictivo, como una droga que termina devorándose nuestra capacidad de ver la realidad con espíritu crítico

La incapacidad de gestión de la coalición de Gobierno tiene que ver directamente con esto. No es que en el peronismo no haya gente capaz. Es que han prevalecido aquellos que creen religiosamente en el relato y esto ha ido generando una especie de atrofia.

La pandemia puso de rodillas al mundo, pero ni bien fue posible entender lo que estaba pasando (nosotros teníamos varios meses de ventaja para ir viéndolo), todos los países fueron tomando medidas que los llevaron a superar en pocos meses, una situación de cosas que Alberto, inflamado de imagen positiva, quiso mantener por demasiado tiempo. Era el sueño de un país en donde no pasa nada, la ilusión de que estando todos quietos esto iba a ser más fácil de manejar.

Viniendo más para acá en el tiempo, todo lo que se hizo desde la previa de las PASO hasta hoy a las 9.52 (estoy escribiendo en casa), ha sido solo llevado a cabo en función de la necesidad de construir relato. El relato es extraordinariamente seductor, genera un efecto rápido, casi inmediato, que nos permite verificar su eficacia en tiempos muy breves. Pero también tiene un defecto grave y es que cuando no está ligado a resultados y efectos verificables, se licúa y sus beneficios se esfuman como la niebla matutina.

El motor de la maquinaria heroica que se puso en marcha el 13 de septiembre, buscando revertir la derrota electoral, consistió en apretar el botón de la impresora e imprimir una cantidad inimaginable de billetes de 1000 pesos. Los efectos de esta emisión brutal, que superó largamente los 1.700 millones de pesos diarios, solo se verán, por efecto de la velocidad de circulación, en los próximos meses. El relato que se construyó alrededor de este tema, le hablaba a la gente de devolverle la alegría y ser positivos, incluso de poder “garchar” más.

El plan de Feletti para detener a la inflación con 1450 precios congelados, hoy uno de los caballitos de batalla del Gobierno, no tiene chances de funcionar. Primero por que actúa sobre una porción ínfima de los productos que pretende regular, y segundo porque es impracticable e inverificable a una escala mayor que la de la estructura administrativa de los supermercados, que terminan siendo los verdaderos verificadores. Más allá de esto, es imposible de gestionar, o mejor dicho, es necesaria una inversión monstruosa de recursos para gestionar algo en lo que verdaderamente no cree nadie. Pero el engendro mutante que resucitó Feletti, tiene un punto fuerte. Es perfecto para un relato épico previo a una elección. Entonces el Secretario de Comercio Interior salió disfrazado de Robin Hood a hacer declaraciones acerca de las necesidades de la gente, inventó enemigos imaginarios y se puso en un lugar de héroe del que, como Alberto en la Pandemia, se enamoró.

Podría seguir hablando de cómo este Gobierno se transformó en un generador de relatos míticos y de héroes de pacotilla, Berni es probablemente el más ilustre, una especie de Ironman peinado como un comisario de los 70, que se ocupa de ir en moto a destrabar un embotellamiento, con la sola exigencia de que haya cámaras que lo atestiguen y difundan. Manzur es otro héroe extraordinario que dejó su cargo de Gobernador para encontrar un rumbo que permitiera recuperar el brillo electoral que se había perdido, y esto debía lograrse en solo 6 o 7 semanas. Aníbal Fernández, sacado del arcón de la ropa vieja, llegó también como un héroe que encararía, con muñeca política, el difícil tema de la inseguridad.  

El héroes es un bicho de plazos cortos. Los largos períodos de tiempo los desarman. Este necesita encontrarse en los ojos de los demás todos los días, necesita que lo vean, que lo quieran, que lo valoren. Cuando no tiene estas cosas se enoja, sufre, siente que no es correspondido. “Después de todo lo que hice por ellos…mirá como me pagan”. Alberto se enoja mucho en los discursos últimamente, amenaza, agravia y eleva el tono de voz con mucha facilidad, ayudado por su agudo registro. El gran problema de Alberto es que el plazo de su mandato es de media duración, cuatro años son demasiado tiempo para mantener un relato vivo, sin ningún resultado real tangible.

Pietro Rosica, mi jefe por muchos años en Italia, tenía una posición muy interesante de frente a los héroes. “A los héroes hay que encerrarlos”, solía decir. El sostenía que los héroes son “antagonistas del sistema”. Donde hay héroes, decía Pietro, el sistema no funciona bien, y hacía responsables a estos personajes de capa y espada, del mal funcionamiento de todo el mecanismo. “El héroe es el que te caga el sistema” decía literalmente. “El héroe es un ególatra que actúa para su propia satisfacción”, agregaba.

Los héroes ganan batallas, pero no ganan guerras. El cortoplacismo del Gobierno lo llevó a la difícil situación en la que hoy se encuentra. Gobernarán por primera vez desde 1983 sin mayoría en el Senado y con enorme paridad en Diputados. Un desafío que parece estar más allá de las posibilidades de los protagonistas principales de esta saga. A hoy, el horizonte de medidas del Gobierno, parece extenderse, en el mejor de los casos, hasta el mes de marzo, fecha establecida por los acreedores como límite para un acuerdo con el FMI.

Es mi plegaria pagana, que los héroes desaparezcan. Que nos quede un mundo de personas que generan sistemas eficaces y que no necesiten inmolarse para salvarnos de nada; que el cortoplacismo y la gestión de la emergencia sea solo una excepción; que los relatos queden en el ámbito de la literatura y que toda la energía que se invierte en inventar explicaciones para contarnos lo que ya pasó, se use mejor diseñando programas que beneficien la vida de personas reales, respetando su libertad y su dignidad.

Ojalá esta semana, alguien nos sorprenda de verdad.

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