Unos 90 pasajeros viajaban en el avión que salió este martes desde Aeroparque, en Buenos Aires, con destino a Paraná. A mitad de camino el piloto tuvo que cambiar el destino por una falla en el sistema hidráulico.
Ahora la historia se puede contar con el atropello y la perplejidad que perdura algunas horas luego del trance, pero también con un profundo alivio. No pasó nada, nada de lo que imaginaron muchos de los pasajeros que abordaron este martes a las 19.15 el vuelo habitual que tiene como origen Aeroparque en Buenos Aires y que generalmente, de no mediar contratiempos, aterriza una hora después en Paraná.
Esta vez, sin embargo, la normalidad se vio primero resquebrajada y, posteriormente, hecha añicos por el anuncio de los pilotos de Austral promediando viaje. Por desperfectos en el sistema hidráulico, informaron, la aeronave no iba a seguir viaje a su destino sino que iba a retornar a Buenos Aires para pedir pista en Ezeiza, ya que el problema hacía indispensable una pista de gran amplitud para intentar el descenso.
“No sabés lo que era el avión, yo tuve suerte porque el chico que iba conmigo me dijo, vos agárrame la mano fuerte y quedate ahí, a mi no me puede pasar nada, estoy por ser padre por primera vez y no me puede pasar nada”, narra a Entre Ríos Ahora una de las pasajeras que vivió la experiencia.
“Pero otra gente ya veía el peor final, una amiga viajaba con un hombre que le dijo ´y bueno a todos nos toca en algún momento, ahora nos llegó el momento a nosotros´, se vivía con pánico adentro del avión”, relata.
La tripulación, revela la pasajera, no podía disimular el nerviosismo. Las luces internas de la aeronave estaban apagadas, lo que acrecentaba la sensación abismal. “El único que mantuvo la calma, en realidad, fue el piloto, un hombre de casi 60 años, se ve con mucha experiencia, que informó sobre la falla y luego se dieron las instrucciones para el aterrizaje de emergencia”.
Los pasajeros se colocaron en posición frente a un posible impacto y de hecho el descenso no fue nada sereno, pero al final pudieron soltar el aire contenido durante todo ese tiempo y relajar los temblores.
“El piloto nos saludó y nos agradeció uno a uno, pero la verdad es que queríamos abrazarlo a él, pensamos en lo peor, seguro, pensamos que no salíamos de esa”, confesó la pasajera.
Pasadas las 12 de la noche quienes habían vivido la experiencia del vuelo de Austral arribaron finalmente a Paraná en otro avión que abordaron una hora antes en el aeropuerto internacional. Lo peor, definitivamente, había pasado.