Marcelo Bonelli para Clarín
Cristina Kirchner quiere ver rodar cabezas y prepara una batalla para imponer a nuevos ministros. Dejó de apoyar al titular de Economía.
Un fuerte debate interno existe, al máximo nivel del Frente de Todos, sobre el rumbo que tomará la Casa Rosada. La pelea incluye a quienes pretenden sostener la actual situación y sectores que propician un futuro “volantazo”. Cristina prepara una batalla para imponer a nuevos ministros y Sergio Massa, un plan para darle racionalidad a la política económica. Máximo busca más espacios de poder y los duros de la vicepresidenta alientan la radicalización de la economía.
La pelea se reflejó como un iceberg en los actos públicos. Cristina retó al Presidente y le pidió que ponga “orden” en la Casa Rosada. Alberto habló de deslealtad y afirmó que el Presidente no va a “traicionar” a Cristina, Máximo y Massa.
La Casa Rosada lanzó una versión “light” sobre la cuestión: que hizo alusión a un tuit de “el Cuervo” Larroque. Pero esa extemporánea frase retumbó fuerte: habría obedecido a cuestiones y reproches más profundos en la cúspide de Olivos. En las últimas semanas hubo –nuevamente- cruces fuertes entre el Presidente y la vice.
Cristina había dejado transcender su malestar por los errores del Presidente. Así lo dijo: “Alberto no para de hacer cagadas”. El Presidente se enteró de inmediato. La cuestión provocó otro cortocircuito. En un diálogo directo entre ambos hubo reproches mutuos y Alberto volvió a jugar al límite. Cristina le habría dicho que se deje de amenazar. A Alberto le irrita la constante actitud de la vice, que erosiona su imagen de Presidente. Cristina retruca: Alberto se desgasta solito. Dicen que se utilizaron palabras fuertes y que todo obligó a una inusual negociación entre ambos.
Máximo, Massa y Wado de Pedro fueron los componedores de la última disputa al máximo nivel. La pelea terminó en ese insólito discurso presidencial: un inesperado compromiso público de que no la iba a traicionar.
Pero las apuestas para el futuro del Gobierno continúan. Cristina quiere ver rodar cabezas y en el futuro políticas más activas desde la Jefatura de Gabinete y el Palacio de Hacienda.
El ministro Martín Guzmán tiene el pleno aval de Alberto. Pero dejó de tener el apoyo de la vice, así como de Máximo y el propio Massa. Guzmán es víctima de esas peleas políticas y la ola de intrigas y desconfianza que se adueñó del propio Gabinete.
Entre los hombres de negocios circulan innumerables versiones de futuros candidatos a ocupar el Palacio de Hacienda.
Guzmán contraataca: dice que son operaciones interesadas y los hombres de negocios temen por la posibilidad de que Axel Kicillof –a través de un delegado– tome el control del Palacio de Hacienda. La inminente contienda electoral –es obvio– despejará en parte la incertidumbre: un triunfo bonaerense calmaría las aguas de las disputa Alberto-Cristina. La última encuesta que recibió el Presidente tranquilizó los ánimos: dice que Victoria Tolosa Paz gana por un mínimo de 5 y un máximo de 7 puntos.
Pero nada está dicho. Todas las encuestas tienen un fuerte caudal de indecisos. Alrededor del 30%. Clarín confirmó que un banco de primera línea internacional reunió a sus máximos clientes y ofreció una confidencial evaluación electoral.
Los banqueros tienen un escenario dividido: empate a nivel nacional y un triunfo más escueto en Buenos Aires. Esos trabajos confidenciales afirman que el Frente de Todos ganaría por solo 3 puntos en Buenos Aires.
Los hombres de negocios creen que estas peleas se van a acentuar. El mismo diagnóstico tienen en Wall Street.
En Manhattan tienen tres escenarios para los próximos meses y desean que haya un empate electoral. Los informes confidenciales de los “lobos” afirman que un empate electoral obligará al Frente de Todos a tener una política económica racional para llegar al 2023 con chances de seguir en el poder. Sería la única forma de captar votos moderados. En cambio –dicen en Wall Street– una derrota o triunfo categórico del Frente de Todos acelerará los dislates económicos que lleva adelante la dupla Alberto-Cristina. En Buenos Aires los CEO de las corporaciones multiplican las consultas.
Guzmán se defiende de todos los ataques, que llueven sobre Economía. Frente a un grupo de banqueros afirmó que todo estaba bajo control. Así lo dijo: “El frente cambiario no me preocupa. Al dólar lo tenemos controlado”. Y agregó: “El tipo de cambio no está atrasado”. Ocurrió el miércoles, en una reunión con banqueros de Abapra.
Estuvieron Eduardo Hecker, Juan Cuatromo, Carlos Heller, Guillermo Laje e Ignacio de Mendiguren. Guzmán fue sincero y tiró dardos a Miguel Pesce: “Estoy preocupado -afirmó– por el stock de Leliq y de pases en el BCRA”. El ministro respondió así a la inquietud del mercado. Este jueves, el BCRA volvió a perder más de US$ 100 millones. En esta semana sola dilapidó una friolera: US$ 400 millones.
Un paper de la Asociación de Bancos Argentinos dice que la sangría continuará, pero que la Casa Rosada sostendrá la cotización hasta las elecciones “cueste lo que cueste”.
Entre los banqueros hay coincidencia. Aumentan las tensiones y la caída de reservas será mayúscula hasta noviembre: se calcula en US$ 4.000 millones. El “dólar electoral” es una pieza clave para el “Plan Urna”. Su manipulación tendrá costos severos.
Este jueves fue un día complicado para el mundo de los negocios. Molino Cañuelas se presentó en concurso de acreedores: debe 1.300 millones de dólares.
Alberto endureció el discurso contra los hombres de negocios. Es un fruto de las intrigas con Cristina. La pelea ideológica con el campo surge de la miopía política del Frente de Todos. También, de las vetustas ideas que enarbola Cristina.
El campo aportó este año un salvavidas para evitar la hecatombe financiera. Hubo récord de liquidación de divisas y el BCRA pudo recomponer las reservas que ahora utiliza para controlar el billete.
Desplante a la UIA
Axel Kicillof logró imponer la prórroga del cepo a la carne. Le torció el brazo a Matías Kulfas, con este argumento: “No puedo correr el riesgo de que la carne aumente en las elecciones”. También el criterio antiempresario de Cristina obligó a Alberto a realizar un desplante este jueves a la Unión Industrial: no fue ningún funcionario importante a la celebración del Día de la Industria.
El Presidente dejó colgado del pincel a Daniel Funes de Rioja. A último momento anunció el desplante político. Tampoco fue Kulfas. La orden fue no concurrir. Solo estuvieron –por protocolo- el secretario de industria Ariel Schale y Paula Español.
La presencia de la secretaria de Comercio fue llamativa: suele ser la “verduga” encargada de controlar, y amenazar -por los precios- a los hombres de negocios. La diferencias entre la UIA y la Casa Rosada comenzaron con la elección de Funes de Rioja. Cristina elaboró inexistentes teorías conspirativas y “acusó” a la UIA de ser liberal. Dice que atrás de todo está Techint.
Funes tuvo un conflicto con Ignacio de Mendiguren. El “Vasco” este jueves estuvo en la celebración para apaciguar los ánimos y también Paolo Rocca. La situación es incómoda, y llamativa. Porque Alberto dice apoyar a la producción y también habla de concertación. Pero la Casa Rosada hace exactamente lo contrario. Rompió el diálogo y se pelea con las principales centrales empresarias: la Mesa de Enlace y ahora la UIA.