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Desde Magnasco hasta Urribarri

 

Desde Magnasco hasta Urribarri

(Editorial de El Entre Ríos, de Colón) Casi con seguridad, para quienes no han vivido o viven en Gualeguaychú, si es que su nombre les dice algo, a Osvaldo Magnasco lo asocian al Instituto cultural – museo muy prestigioso que funciona en esa ciudad.

A pesar de lo cual no es nuestra intención en la ocasión referirnos en detalle a la vida y a la obra de nuestro comprovinciano sino hacerlo a una situación casi anecdótica, en la que estuvo indirectamente involucrado y que puso fin a su carrera política.

Lo tenemos a fines del siglo XIX a Osvaldo Magnasco ocupando el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública de la Nación, durante la segunda presidencia del general Roca.

Venía precedido de una alta consideración como hombre público, que inclusive hacia que algunos supusieran que el cargo ministerial no era el final de su ascendente carrera.

Pero la cuestión es que Magnasco, renunciando a ese cargo, vino a terminar abruptamente su curso en los honores.

Todo gira en torno a su mala relación con Bartolomé Mitre, que no solo todavía vivía sino que era entonces -como lo sigue siendo ahora, independientemente de que se lo mire con mayor o menor simpatía- uno de nuestros prohombres, sobre todo en la ciudad de Buenos Aires. Una mala relación que conjeturamos fue al principio una cuestión de piel –de “feeling”, como diría nuestra Presidenta- y que de allí en más comenzó a avanzar por otros andariveles.

La causa aparente – y a lo mejor la real del agravamiento de la inquina de Mitre con Magnasco-, residía en lo que este último abordaba como una verdadera obsesión de su gestión: “modernizar el sistema de educación pública, especialmente la secundaria y técnica. Consideraba la educación secundaria que se impartía como carente de vinculación con la realidad social y económica del país, reservada solamente para las élites. Es por eso que se esforzó en crear escuelas secundarias técnicas, tanto industriales como agropecuarias”.

Los enfrentamientos que el impulso en esa dirección provocaban se agudizaron cuando “propuso una ley de Educación técnica y secundaria»; pero la misma afectaba demasiados intereses creados, ya que pretendía reemplazar varias escuelas normales —dedicadas a formar maestros— en escuelas técnicas.

Su principal rival en la Cámara de Diputados fue Alejandro Carbó, entrerriano como Magnasco, y tanto o más elocuente y vehemente que éste; egresado, además, de la Escuela de Paraná, centro importantísimo de la enseñanza “normal”.

Éste se apoyó en el principio del igualitarismo para rechazar diferentes tipos de escuelas; además, rechazaba que la educación secundaria pasara a ser controlada por las provincias, como proponía Magnasco. El proyecto fue rechazado”.

Agregan las fuentes en las que nos nutrimos para efectuar esta relación que “como el ministro insistiera en desarrollar su proyecto sin sancionar la ley», el diario “La Nación” lanzó una campaña contra el proyecto, atacando en todas formas la idea, y reclamando la renuncia de Magnasco.

A pesar de eso, su autor se presentó en el Congreso, y logró la aprobación tácita del mismo, para seguir adelante sin pasar por el Congreso.

Pero la prensa dirigió una campaña en su contra, que incluyó manifestaciones callejeras con gritos en contra del ministro. Y “La Nación” acusó a Magnasco de no saldar sus deudas comerciales, como medio de debilitarlo en la opinión pública. Incluso se lo acusó de haber pagado con fondos públicos sus gastos propios en muebles personales.

Fue en medio de esa controversia que un acercamiento político entre el Presidente Roca y Mitre, a quien Magnasco había retrucado en la prensa, lo obligó a renunciar como ministro en junio de 1901.

De allí que la interpretación oficial del desplazamiento de Magnasco pasa en parte porque Mitre, aunque más no sea de una manera tácita, le pidiera a Roca su cabeza para avanzar en “las coincidencias”, y de no ser así en el rechazo que a Mitre le provocaba la referida iniciativa. Una interpretación verosímil y nada desencaminada, si se atiene a la personalidad de tanto uno como otro personaje.

Mientras tanto, lo que pasa por ser la interpretación subterránea, y que sigue contando con la adhesión de aquellos que en el día de hoy tienen por trasmisión oral conocimiento del tema, es mucho más grosera y por lo mismo apariencia de tanta o más verosimilitud.

Hace la misma referencia a la ingenuidad de Magnasco al enfrentar no solo a Mitre, a quién el pedestal del monumento ya lo estaba esperando, máxime cuando él mismo era del riñón de lo que en la neo lengua “Cristi-cámpora-kirchnerista” se conoce como corporaciones o medios concentrados, por ser Mitre el fundador, propietario y director de “La Nación”.

Según esta heterodoxa interpretación, lo que había despertado el encono de Mitre contra Magnasco habían sido los rotundos, y en apariencia nada amables, comentarios con que este últimos se había referido a la traducción que Mitre había realizado de la obra “La divina Comedia” del Dante.

Y como consecuencia de ese rencor guardado pero regustado, desde “La Nación” se lanzó una campaña contra Magnasco, denunciándolo por haberse hecho fabricar en la cárcel de Las Heras, un escritorio y algunos otros muebles, en la carpintería con la que contaba ese establecimiento carcelario.

Como por ser Magnasco ministro no solo de educación sino también de justicia, era manifiesto que el encargo había sido hecho a un establecimiento de su dependencia, con el agravante que fue realizado “en forma gratuita”, sin considerar que el ministro pudo probar que así no había sido, y que los trabajos habían sido realizados por un precio, el que por añadidura había sido ya saldado.

Pero de cualquier manera el mal estaba hecho, y el ministro tuvo que marcharse al llano por una imputación que giraba en torno a la fabricación de un escritorio…

Es por eso cuando ahora asistíamos al alboroto que ha provocado que Daniel Scioli se trasladara a Corrientes desde nuestra provincia en “el helicóptero de Urribarri” .

No desconocemos que el mismo está registrado como un bien del estado provincial, y destinado formalmente a la Policía, pero en la práctica “es de Urribarri”, en cuanto no solo es el gobernador quien lo usa con cualquier finalidad y hasta incurre en la generosidad de prestarlo, noticia que luego de un inicial alboroto quedó rápidamente sepultada.

A esta altura de la historia no podemos menos que preguntarnos qué suerte habría corrido Urribarri de haber vivido en l901, haber entonces existido helicópteros, ser el ministro y usar ese aparato en la forma en que permanentemente lo hace…

 

 

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